El siglo XIX, una época de luces y sombras, de avances científicos y terribles enfermedades, fue también testigo de una de las mayores hazañas de la historia de la medicina: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Esta misión monumental tenía como objetivo erradicar la viruela en los territorios del Imperio español. Sin embargo, detrás del éxito de esta misión se encuentra la figura de una mujer valiente y olvidada por los libros: Isabel Zendal, la enfermera gallega que dedicó su vida a cuidar de los más vulnerables y que jugó un papel crucial en esta cruzada médica. Su historia heroica y trágica a partes iguales, revela como la compasión y el sacrificio personal pueden cambiar el destino de miles de personas.
1) Infancia y juventud de Isabel Zendal
Isabel Zendal Gómez nació en 1773 en la parroquia de Santa María de Parada, en Ordes, Galicia. La vida en el rural gallego del siglo XVIII no era fácil; las familias campesinas vivían al borde de la subsistencia y las mujeres, en particular, tenían que enfrentarse a las duras labores del hogar y del campo. En medio de esta dura existencia, Isabel creció en una familia humilde, donde pronto desarrolló un sentido de la responsabilidad y una profunda compasión por los demás. La biografía de Isabel, antes de su implicación en la expedición, está llena de lagunas, pero se sabe que, siendo todavía joven, se mudó a Coruña, donde comenzó a trabajar en el hospital de la Caridad, destinado a acoger a los más pobres y marginados de la sociedad. Allí colaboró primero como enfermera y con el tiempo como rectora del centro a cargo del cuidado de niños huérfanos. Estas experiencias la prepararon para el destino que la esperaba, aunque ni ella misma podía imaginar la magnitud de lo que estaba por venir.
2) La viruela, una enfermedad devastadora en el siglo XVIII
La viruela era uno de los mayores enemigos de la humanidad en el siglo XVIII. Esta enfermedad altamente contagiosa no hacía distinciones arrasaba ciudades enteras con sus pústulas, fiebre altísima y letalidad. A lo largo de la historia, la viruela fue responsable de varias epidemias. Solo en Europa causaba aproximadamente 400.000 muertes al año, ya que su tasa de mortandad podía llegar hasta el 30 %; aquellos que sobrevivían quedaban marcados por cicatrices desfigurantes que para muchos eran tan terribles como la propia enfermedad. La viruela, que está causada por el virus Variola, se transmitía principalmente por contacto directo entre personas a través de gotas respiratorias o al tocar fluidos corporales de una persona infectada. También podía propagarse a través de objetos contaminados como la ropa de cama.
2a) Edward Jenner, el descubridor de la vacuna contra la viruela
A finales del siglo XVII, un rayo de esperanza llegó de la mano del médico inglés Edward Jenner, quien descubrió que la inoculación del virus de la viruela bovina podía proteger a las personas contra la viruela humana. Para probar su teoría, el dr. Jenner inoculó a un niño de ocho años llamado James Phipps con material extraído de las pústulas de una mujer infectada por viruela bovina. Después expuso al niño a la viruela humana y este no contrajo la enfermedad, confirmando así la eficacia de la vacuna. A partir de ese momento, la palabra vacuna que deriva del latín vaca se popularizó para referirse a esta técnica de prevención.
3) La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
La noticia de este descubrimiento revolucionario llegó rápidamente a España, donde Carlos IV, cuyo reino había sido asolado por la enfermedad, ordenó que se iniciara una expedición para llevar la vacuna a las Américas y más allá. La misión sería conocida como la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y el hombre elegido para dirigirla fue Francisco Javier Balmís, médico de la Corte. Pero necesitaba más que conocimientos médicos para hacer frente a este desafío. Necesitaba logística y, sobre todo, necesitaba personas dispuestas a acompañarlo en una misión que duraría años. Y fue así como Isabel, por su experiencia en el cuidado de niños y su capacidad para gestionar un hospital, fue reclutada como la enfermera principal de la expedición.
3a) Una cadena de niños
Uno de los mayores retos a los que se enfrentaba la expedición era mantener viva la vacuna durante los largos viajes en barco a través del Atlántico y el Pacífico. En aquel tiempo la tecnología no permitía almacenar la vacuna en frascos por mucho tiempo y el método más efectivo de transporte era hacerlo en reservorios humanos. Para ello se necesitaban niños que nunca hubieran sido contagiados de viruela para poder inocular la vacuna en un brazo y transferir el pus de sus heridas recién formadas a otro, creando así una cadena viva de inmunidad.
3b) El papel de Isabel Zendal durante la travesía
En la expedición participaron veintidós niños huérfanos, casi todos procedentes de la Casa de Expósitos de A Coruña y es en este punto donde la figura de Isabel Zendal se vuelve crucial. La labor de la enfermera gallega no solo era asegurarse de que la cadena de vacunación se mantuviese intacta, sino también cuidar de estos niños, protegiéndolos de las duras condiciones del viaje y dándoles consuelo cuando la soledad y el miedo se hacían insoportables. El 30 de noviembre de 1803, Isabel Zendal, junto a Francisco Javier Balmís los médicos que formaban el equipo y los niños huérfanos, zarparon del puerto de A Coruña en el buque María Pita con rumbo a Puerto Rico. Las tormentas, las enfermedades y las largas travesías en alta mar fueron desafíos constantes. Los niños sufrían de mareos y fiebres. Algunos lloraban por las noches, extrañando el hogar que nunca habían conocido. Para ellos, Isabel era más que una enfermera: era su protectora, su madre.
3c) La llegada a América
Cuando la expedición llegó al nuevo continente, tuvieron que enfrentarse a nuevos desafíos en lugares como Puerto Rico, Venezuela, Cuba y México, donde la viruela ya había causado estragos. Allí Isabel y su equipo iniciaron campañas masivas de vacunación. Sin embargo, no fue sencillo: en muchos casos, las autoridades locales no confiaban en los métodos europeos y veían la llegada de la expedición con desconfianza. A pesar de todo, Balmís e Isabel lograron vacunar a miles de personas y salvar vidas a un ritmo sin precedentes. Isabel no solo se ocupaba de los niños, sino que también organizaba los procesos de vacunación en los hospitales, ayudaba a formar a otros enfermeros y se encargaba de garantizar que las vacunas llegasen a las poblaciones más vulnerables. En la Ciudad de México la situación se volvió particularmente compleja. Los prejuicios de las autoridades y comunidades locales hicieron que la vacunación fuese un proceso lento y agotador. Pero Isabel nunca se rindió; su paciencia y tenacidad, junto con la firme convicción de que la vacuna podría salvar vidas, fueron claves para que la campaña continuase.
3d) Una nueva misión en Filipinas
La travesía de la expedición no terminó en América, ya que Balmís decidió llevar la vacuna a Filipinas. Por su parte Isabel, agotada por los años de trabajo incesante, permaneció en México, donde siguió dirigiendo la vacunación y asegurándose de que la vacuna se mantuviese viva y activa. Isabel no regresó a España tras la expedición. Poco se sabe de su vida posterior, pero los registros indican que permaneció en México, donde continuó trabajando como enfermera y cuidando de los más vulnerables hasta el final de sus días. Se desconoce si alguna vez volvió a ver su tierra natal, pero lo que está claro es que su sacrificio personal fue inmenso.
4) Isabel Zendal, una mujer referente en el mundo
En una época en la que el papel de las mujeres era visto como secundario, Isabel rompió barreras y se convirtió en un pilar fundamental de una de las misiones médicas más importantes de la historia. Lo que Isabel dejó atrás fue un legado de humanidad y coraje. Su capacidad para enfrentarse a los desafíos más duros, para proteger a los niños huérfanos que confiaban en ella y para garantizar que la vacuna llegase a los rincones más remotos del Imperio es un testimonio de la importancia del papel de las mujeres en la medicina, aunque durante siglos su nombre quedase en el olvido, Hoy en día el nombre de Isabel Zendal está empezando a ser reconocido por lo que realmente representa: una pionera en el ámbito de la salud pública, una mujer que arriesgó todo para salvar la vida de millones de personas. En 1950, la Organización Mundial de la Salud reconoció la importancia de la Expedición Filantrópica de la Vacuna y en 2016 Isabel fue declarada la primera enfermera en misión internacional. Su vida es un ejemplo del sacrificio personal en nombre del bien común y su figura merece estar junto a las de otros héroes de la medicina. Aunque durante siglos su historia fue eclipsada por la de Balmís, hoy sabemos que sin ella la expedición no habría sido posible. Isabel es la madre de los huérfanos que llevó la vacuna al fin del mundo, la heroína olvidada que con su compasión y valentía cambió la historia de la humanidad.